“Sostenlos con tus ojos, con tus palabras, sostenlos con tu vida...
Que no se pierdan, que no se caigan…”
“Lo que sentimos en carne propia es que somos parte de los que pelearon en aquellos años, de la misma historia y queremos cambiar la realidad en la que vivimos”.
Darío Santillán, 2001.
Darío Santillán, 2001.
Hoy se cumplen 10 años de la masacre de Avellaneda, suceso que terminó con el asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.
Aquél 26 de junio de 2002, los movimientos sociales pretendieron cortar
el puente Pueyrredón en Buenos Aires, en el marco de una jornada
nacional de lucha. Sin mediar palabras, bajo la orden del entonces
presidente Eduardo Duhalde, la policía bonaerense y la prefectura
nacional reprimieron salvajemente.
Santillán
(21 años) militaba desde 2000 en el Movimiento de Trabajadores
Desocupados (MTD) de Lanús y Kosteki (23) se había sumado hacía pocas
semanas al MTD.
Los
policías bonaerenses Alfredo Franchiotti y Alejandro Acosta fueron
condenados en diciembre de 2005 a penas de prisión perpetua, como
autores materiales del crimen, pero se sigue esperando que se efectivice la condena mientras se encuentran en un penal de régimen abierto. Al día de hoy Duhalde,
Solá, Atanasoff y Aníbal Fernández, responsables políticos de la
Masacre de Avellaneda, se pasean tranquilos sin ser enjuiciados.
Hoy,
a 10 años, nos hacemos eco de Maximiliano y Darío, de sus luchas, y no
sólo pretendemos conmemorarlos y pedir justicia. También buscamos
recuperar y resignificar sus consignas, sus ideas, sus luchas por el
trabajo y la dignidad de los más desposeídos. Seguimos luchando, hoy
marcados por el mensaje de compañerismo y compromiso social que nos
dejaron. Maxi y Darío representan
para nosotros ese grito de bronca e indignación que surge desde abajo
para disputar contra toda forma de opresión e injusticia…
De la masacre de Avellaneda como así de muchos otros sucesos posteriores a la rebelión popular del 19 y 20 de diciembre del 2001 surgen nuevas lógicas de participación y organización política.
La activa participación de los y las jóvenes que resistimos contra el
neoliberalismo ha modificado el sentido del binomio juventud-política
que el pensamiento único de los años noventa intentaba imponer. Hemos puesto en disputa el sentido de la política, generando nuevas herramientas para el campo popular. Herramientas políticas que coinciden en reivindicar la auto-organización y la dinámica de construcción horizontal como elementos constitutivos y estratégicos para la construcción de poder popular.
Dónde no prime la visión conformista y desmovilizante que supone que
las transformaciones se realizan desde arriba o sólo a partir del
estado, sino una concepción crítica y participativa. Una construcción
política que apunte a fomentar la participación de amplios sectores de
nuestro pueblo. En resumen, política desde abajo y para el cambio
social.
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